- Sed excesiva y aumento de la micción: uno de los primeros síntomas reconocibles es una sed constante. Esto ocurre porque el exceso de azúcar en el torrente sanguíneo extrae líquidos de los tejidos, lo que provoca una sensación constante de sed. Como consecuencia, podrías notar que tienes que ir al baño más frecuentemente.
- Aumento del hambre: Esto se debe a que, sin suficiente insulina para mover el azúcar hacia las células, tus músculos y órganos se quedan sin energía.
- Pérdida de peso: a pesar de comer más, es posible perder peso sin motivo aparente. Esto ocurre porque, al no poder metabolizar el azúcar, el cuerpo busca otras fuentes de energía y comienza a descomponer músculos y grasa.
- Fatiga: si tus células están privadas de azúcar, es probable que te sientas cansado y debilitado ya que no tienen de dónde conseguir energía.
- Visión borrosa: los niveles altos de azúcar pueden causar que los fluidos se desplacen dentro y fuera de los ojos, afectando la capacidad de enfoque.
- Lenta cicatrización: las altas concentraciones de azúcar en la sangre pueden afectar la capacidad del cuerpo para curar, lo que significa que las heridas o cortes tarden más tiempo en sanar.
- Áreas de piel oscura: algunas personas presentan manchas de piel oscura y aterciopelada en las axilas, cuello y otras áreas. Este fenómeno se conoce como acantosis nigricans y está vinculado con la resistencia a la insulina.
- Presencia de infecciones frecuentes: la diabetes puede debilitar el sistema inmunológico, haciendo que el cuerpo sea más susceptible a infecciones.